SAN ELREDO DE RIEVAL, Sermones de Oneribus Isaiae

 

La Ley y los Profetas

 

 

“Ahora bien, como Testamento se llama a la Sagrada Escritura, monte del Testamento, con razón así se la puede llamar a la caridad la que, como más excelente que todas las virtudes, contiene en sí toda la Ley y los Profetas. Luego no hay nada más arrogante ni altanero como pregonar que se es sobresaliente en la caridad cuando en todas partes se está murmurando de su superior por los rincones sobre todo acusándolo de dureza e inhumanidad. Describe, como si pintara, ante los ojos de los hermanos cuál debe ser el Abad, qué modesto, qué piadoso, qué amante de los súbditos, que comparte los trabajos de ellos, que condesciende con sus debilidades. Entonces confirma con la autoridad de las Escrituras de qué manera ha de ordenarse el refectorio, disponer misericordiosamente de la enfermería, para que, oyéndolo, digan en sus corazones: ¡Oh, si este fuera Abad! ¡Qué sabio, qué elocuente, qué misericordioso, qué humano!  Y él, advirtiendo estas cosas, dice: ¿Quién hay semejante a mí en las nubes del cielo? ¿Quién hay tan preparado en las Escrituras como yo? ¿Quién tan apto para la predicación? Ascenderé, por tanto, sobre lo alto de las nubes para manifestar que mi doctrina sobrepasa a todos los predicadores y no quede ya más escondido lo que puede ser para provecho de muchos. Así, en mí, brillará de nuevo la semejanza con Dios que consiste, por sobre todo, en la sabiduría y en la caridad.

 

Este tal, pagado de sí mismo, si alguna vez fuera promovido a la prelatura que ambicionaba, bien por propia astucia, bien con la intervención de los otros, privado de la gracia de Dios, caerá de las virtudes ficticias a los pecados manifiestos y, así, será arrojado y aborrecido de todos de forma que merecerá oír: ¿Cómo caíste del cielo, Lucifer, que nacías por la mañana? Caíste en tierra, tú que te gloriabas de la morada celestial, para que te muestres en lo más profundo no ofreciendo a los demás medicina sino, más bien, causando las heridas de los pecados. De qué pena se harán dignos todos éstos que, ciertamente, pertenecen al cuerpo de aquella nefasta cabeza, el lenguaje profético no lo calla.

 

Pero como ya hemos alargado mucho este sermón, las cosas que quedan las reservaremos para ser tratadas en otro momento, con la ayuda del que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.”

 

(SAN ELREDO DE RIEVAL, Sermones de Oneribus Isaiae, trad. G. Díez Martínez, Padres Cistercienses 13, Azul 1987, p. 198)


back to the homepage of the Cistercian Order