Elredo de Rieval, El espejo de la caridad

 

El sábado de los sábados

 

«Purificada el alma por este doble amor desea ardientemente los dichosos abrazos de la misma divinidad, con tanta más devoción cuanta mayor es su seguridad; de tal modo que, abrasada en un gran deseo, se desprende del velo de la carne y entra en aquel santuario donde Cristo Jesús es un espíritu ante él, para ser absorbida totalmente por aquella luz inefable y aquella inusitada dulzura. Y hecho un total silencio de todo lo corporal, de todo lo sensible, de todo lo mudable, fija su mirada en el Uno que es y permanece siempre el mismo, se dedica sólo a contemplar que el Seńor es Dios, y celebra el sábado de los sábados entre los tiernos abrazos de la caridad.

»Este es el ańo jubilar en que el hombre vuelve a su heredad, es decir, a su mismo autor, para ser poseído y poseerle, para ser acogido y acogerle, para ser retenido y retenerle.»

 

(Elredo de Rieval, Espejo de caridad, libro III, caps. 17-18, a cargo de Pierre-André Burton, en Biblioteca Cisterciense, Monte Carmelo, Burgos 2001, pp. 185-186).